Barranquilla no necesita discursos, necesita seguridad. Pero mientras los índices de extorsión y homicidios crecen, el presidente Gustavo Petro y el alcalde Alejandro Char se enfrascan en una pelea pública sobre quién tiene la razón.
El presidente dice que “las bandas tienen poder político y electoral en Barranquilla”. El alcalde responde que “primero está la ley y la institucionalidad”. Y entre esas frases, la ciudad sigue siendo rehén del miedo.
La inseguridad como campo de batalla política
La confrontación entre Char y Petro no es nueva: es la vieja historia de la lucha por el control del relato. Pero el ciudadano de a pie no quiere relatos, quiere resultados. Quiere poder salir al trabajo sin mirar atrás, sin pagar “vacunas”, sin ver su barrio dominado por bandas que parecen tener más poder que el Estado.
Mientras el gobierno nacional propone mesas de diálogo con grupos armados, el distrito insiste en fortalecer la fuerza pública. Sin embargo, lo que realmente falta es coordinación, estrategia común y voluntad de dejar el show mediático.
Los ciudadanos no quieren más polarización
Barranquilla no puede seguir siendo escenario de una guerra de egos. La gente quiere políticas claras, inversión social real y presencia institucional sostenida. El discurso de la “Paz Total” pierde sentido cuando los ciudadanos sienten que el crimen tiene más derechos que las víctimas.
La seguridad no puede ser un instrumento de poder ni una excusa para el populismo. Es un deber constitucional, y su fracaso demuestra que tanto el gobierno central como el local están fallando.
El llamado al liderazgo responsable
Desde una mirada crítica, el Atlántico necesita líderes que gestionen, no que improvisen. Ni Petro ni Char pueden convertir la seguridad en un ring de boxeo. La prioridad debe ser devolverle al ciudadano su derecho básico a vivir sin miedo.
La gente está cansada de promesas y ruedas de prensa. Quiere ver policías en las calles, justicia que funcione y castigos ejemplares. Barranquilla merece gobernantes con carácter, no celebridades políticas.

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