
Biografía: de una familia de servicio, no de poder.
Vengo de una familia que ha vivido la política con el alma, con la convicción de que servir es un deber y no una oportunidad de poder.
Soy abogada de profesión, y a lo largo de mi vida he ocupado cargos directivos y gerenciales desde los cuales he impulsado proyectos sociales, jurídicos y administrativos con un solo propósito: mejorar la vida de las personas con ética, trabajo y resultados. Una mujer convencida de que el verdadero liderazgo nace del ejemplo, no de la ambición. Aunque siempre he estado inmersa en la política, no lo había hecho de cara al público. Hoy levanto la voz, no solo por mis hijos, Luciano y Victoria, sino por todos los niños y familias que merecen un país justo y esperanzador. Porque el silencio, cuando se trata de injusticia, también nos hace cómplices.
La política ha hecho parte de mi vida desde siempre. Crecí viéndola no desde los privilegios, sino desde el trabajo silencioso y honesto de quienes creen que el deber más grande es servir a los demás.
Mi historia tiene raíces profundas en el Atlántico, donde mis antepasados marcaron huella con integridad y vocación, mi historia
está marcada por un linaje político honorable.


Mi abuelo, Julio Vicente Maury Jimenez, fue un gran líder político del progreso y desarrollo del municipio de Puerto Colombia, en el Atlántico. Fue él quien dio nombre al corregimiento de Santa Verónica, en el municipio de Juan de Acosta —que antes se llamaba Mata de Uva—, en honor a su hija menor, Verónica Maury, mi madre.
Un gesto que hoy, más que un nombre, representa un legado de amor por la tierra y por su gente. Fue un hombre de vocación intachable, que entendió que el verdadero poder está en servir, no en mandar. Se fue de este mundo sin riquezas materiales, pero con la satisfacción de haber entregado lo mejor de sí a su gente. Un hombre de palabra, de entrega, de principios; alguien que nos enseñó que de la política uno no se lleva dinero, sino la satisfacción de haber hecho el bien.
Mi tío, Laureano Bolívar Castillo, también dejó una huella imborrable como alcalde del municipio de Baranoa entre 1966 y 1970. En una época donde la estabilidad política era escasa, su permanencia en el cargo fue fruto de la confianza y el respeto de su comunidad. Fue ejemplo de rectitud, dedicación y transparencia. En una época donde los alcaldes eran designados por decreto. Permanecer casi cuatro años en ese cargo fue un récord, pero su mayor logro fue ganarse el respeto de su gente, porque hizo una política limpia, transparente y cercana.
Mi tío político Pedro Cantillo Araujo, abogado y servidor público, fue alcalde de Baranoa en 1992 y diputado a la Asamblea del Atlántico en 1997. Su paso por la política también fue símbolo de servicio y compromiso, siempre guiado por el bien común y no por intereses personales.
Esa es la política que me inspira: la política limpia, la del servicio y no la del negocio, la que construye sin comprar conciencias, la que actúa con las manos limpias y el corazón dispuesto a ayudar.
Vengo, entonces, de una línea de líderes que creyeron en la política del deber, no de la conveniencia; en la política del dar, no del tomar. De la generación que veía en el poder una oportunidad para transformar, no para enriquecerse.
Hoy, como mujer, madre y ciudadana, levanto la voz por quienes no pueden hacerlo. Por mis hijos, por los hijos del Atlántico y por el futuro de Colombia.
Porque callar ante la corrupción y la indiferencia nos hace cómplices, y porque estoy convencida de que aún es posible rescatar la política buena, la política limpia, la política humana.
Ser madre me enseñó que la política no se hace con discursos, sino con ejemplo. Porque cuando miro a mis hijos, entiendo que todo lo que hagamos hoy define el país donde ellos crecerán mañana.
Hoy mi compromiso es recuperar la confianza en la política, demostrar que sí se puede servir con honestidad y que el cambio real empieza desde el corazón de quienes creen en el bien. No vengo a prometer poder, vengo a devolverle dignidad al servicio público.
Vengo de la política que no se ensucia, de la que sirve y no se sirve. Y aquí estoy, lista para trabajar por el Atlántico y por Colombia.

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