El próximo 8 de marzo, el Atlántico tiene una cita decisiva con su futuro. Una oportunidad histórica para romper con las cadenas de la vieja política, con esos clanes y maquinarias que durante años han hecho del poder un negocio y del pueblo una promesa incumplida.
Durante décadas, nuestro departamento ha sido permeado por la politiquería, por los pactos bajo la mesa, por los mismos apellidos que regresan cada cuatro años con los mismos discursos vacíos y los mismos cheques disfrazados de “ayudas”. Pero ya es hora de decir basta.
No podemos seguir vendiendo nuestro voto por una promesa temporal, por una bolsa de mercado o por un favor. Un voto no se vende: se defiende. Cuando lo vendemos, entregamos también nuestra voz, nuestros derechos y el futuro de nuestros hijos.
El Atlántico es más que eso. Es trabajo, es cultura, es gente luchadora que cada día se levanta con esperanza. Y esa esperanza debe reflejarse en las urnas.
Este 8 de marzo, votemos con conciencia. Pensemos en el país que queremos construir, en el departamento que queremos ver crecer, en las oportunidades que queremos para las nuevas generaciones. Si esta vez elegimos bien, si votamos con la cabeza y no con la necesidad, todos podemos progresar.
El cambio no vendrá de los mismos de siempre, sino de una ciudadanía que decide despertar. El Atlántico no está condenado al olvido. Está llamado a renacer, pero solo si tú decides votar con dignidad.
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